miércoles, 12 de enero de 2011

Elogio a la prensa

Por Manuel Nuñez

En los últimos tiempos, a pesar de que vivimos en un régimen democrático, las opiniones han padecido un apandillamiento político extremadamente peligroso para la supervivencia de la Prensa.

Como si viviéramos en una democracia secuestrada por el peso muerto de algunas personalidades, hemos presenciado delante de nuestros ojos que una buena porción de aquellos que desempeñan el papel de periodistas, se han transformado en relacionistas públicos de funcionarios y de hombres de poder.

Cuando los periodistas están en la nómina de los Ministerios o de los funcionarios, dimiten del sagrado deber de informar; ponen su función al servicio de la mentira, de las intrigas, de la ocultación de la información y de la propaganda. Esas realidades la vemos reproducirse a diario, y constituyen un ultraje y una vergüenza para nuestra Prensa.

Tenemos sobradas pruebas dadas por individuos nauseabundos que obran como asesinos de reputaciones, calumnian; vierten denuestos; insultan; echan al ruedo rumores mentirosos; se han dedicado a desinformar, y a ensalzar a aquellos que los han colmado de prebendas. En nuestra Prensa, el ejercicio de la prostitución de la verdad se ha convertido en una amenaza mayor que el advenimiento de una dictadura totalitaria. De donde resulta que sin que se haya suprimido la libertad de expresión del pensamiento, sin amordazar a las personas, son los propios servidores de la información los que aplican los procedimientos de censura y se han convertido en sepultureros de la Prensa.

En la batalla por la verdad hemos tenido muchas bajas. Algunos programas radiales se asemejan al deleznable foro público, de tristísima recordación durante la Era de Trujillo. Todos los días, numerosos ciudadanos son difamados, injuriados, sometidos a la humillación de las horcas caudinas por individuos, metidos en una cabina de radio. Por fortuna, unos escasísimos sometimientos judiciales, les han recordado a unos cuantos, las fronteras de la decencia. Pero, en líneas generales, estos comportamientos se mantienen viento en popa.

El código deontológico del periodista ha sido quebrantado copiosamente. Vivimos una enorme crisis moral de no saber quiénes somos ni adónde vamos ni de dónde venimos. La Justicia no funciona; la educación no fabrica al dominicano del porvenir; la democracia perece, secuestrada, en manos de los partidos. Vivimos en una época de sombrío retroceso. Y, sin embargo, nos place constatar que la Prensa ha sobrevivido. Que no ha sido completamente seducida ni por el poder ni por los intereses ni por el dinero. Que hay fuerzas morales, encarnadas en el periodismo de investigación, en comentaristas de televisión y de radio, y en unos pocos articulistas que nos dicen, continuamente, que no hemos sucumbido totalmente. Ellos han salvado el honor de la Prensa. Han pagado un alto precio por cosas que no tienen precio. Nos han recordado que la Prensa debe ser un contrapoder indispensable para que funcione la democracia. Un contrapoder que denuncie, que censure las extravagancias, los atropellos, los excesos del poder vengan de donde vengan. El divorcio entre la Prensa y la sociedad es contrario a la democracia.

Cuando la Prensa se ha unido a los intereses de su país, tal como acaeció en la campaña contra la instalación de una fábrica de cemento en el Parque de Los Haitises; como ha acontecido en la cruzada que demanda el 4% del PIB para la educación y, grande honor para los periodistas, en la iniciativa por la defensa de la lengua española, suprimida de los textos integrados, la prensa halla, entonces, la misión olvidada. Sin ella, los atropellos, las arbitrariedades no tendrían siquiera la sanción moral; no tendríamos memoria de los abusos; el ejercicio del criterio quedaría eclipsado y la ciudadanía quedaría indefensa.

Aun cuando la mayoría de sus denuncias de corrupción, de infracciones al Estado de derecho y a la Ley suelen quedar impunes, que los escándalos han caído en oídos sordos, que ya nada nos sorprende ni nos conmueve, en un mundo donde impera el cinismo, la pasión y la extravagancia; los dominicanos del porvenir podrán saciar la sed de justicia y de rectitud en las hemerotecas, en las redes sociales, en la INTERNET en donde ya se hallará expuesta, como en un friso antiguo, la historia del presente dada a la estampa por unos cuantos periodistas.

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